Si la ruta se inicia al amanecer, sobre todo si es verano, se puede apreciar el horizonte único que ofrece el sol en esta inmensa llanura. Estos amaneceres sirvieron sin duda de inspiración a Martín Cortés, para elaborar sus tratados de navegación. Aparece el astro rey como colgado por un péndulo invisible sobre un horizonte absolutamente llano solamente comparable a los amaneceres marinos. Salimos de Bujaraloz por la carretera que se dirige a Caspe, en el cruce con la N-II. Seguimos hasta la fábrica que hay en el pequeño polígono industrial, justo detrás está la Salineta. Esta laguna es muy interesante desde el punto de vista paisajístico, ya que en verano tiene un color llamativo rosáceo, provocado por la corteza salina que se forma en su superficie. Recorriendo su perímetro triangular a pie, se disfruta de excelentes cambios tonales del color de la sal al amanecer. La sal es utilizada incluso hoy para uso doméstico y es la laguna donde se abastecen los particulares. Dejamos la Salineta para dirigirnos por todas estas anchuras hacia el sur, donde tomaremos, antes de llegar a la deshidratadora de alfalfa, el desvío hacia Sástago. En la bifurcación está la Balsa Buena, una balsa de piedra cuya construcción merece detenerse a observar. Entrados en la carretera de Sástago nos interesa
aminorar la velocidad ya que estamos en plena estepa y las aves que la
pueblan estarán sin duda a nuestro alcance. Una corredera o bisbita
podría cruzar la carretera para posarse en un campo próximo.
La vía discurre por esta amplitud, llaneando, con suaves toboganes
que se adaptan a las imperceptibles ondulaciones del terreno. Es fácil
que el viajero se encuentre con un bando de churras (ortegas) cruzando
el cielo velozmente, en busca de sus abrevaderos habituales. A pesar de
su apariencia de desierto, este paraje está lleno de vida. Enseguida llegamos a la Salina de la Playa. A lo lejos, su inmensidad parece siempre llena de agua, ya que en verano, los cristales de sal relucen como si de un espejo acuoso se tratara. Si es verano, lo más probable es que estemos ante un océano de tierra salina. Seguimos por estos rectos caminos rumbo al Corral de Abundio. Poco antes de llegar a la paridera, encontramos una pequeña sarda con sabinas. A lo lejos, vemos algunas otras ocupando las márgenes de los campos. Llegamos al corral y, tras girar para dirigirnos a las Tres Huegas, donde limitan Sástago, Pina y Gelsa, circulamos por un paisaje adehesado con sabinas desperdigadas aquí y allá. Es muy fácil que sorprenda al viajero un pequeño bando de aucas (avutardas) emprendiendo pesado vuelo que no irá muy lejos y se posarán de nuevo sobre los campos. Escudriñando con nuestros prismáticos, o mejor aún con el catalejo, las veremos evolucionar, como avestruces en la sabana. Su porte erguido, su cuello largo y prominente, las delatan en el horizonte. Antes no las hemos visto porque estaban planas, encriptadas con un perfecto camuflaje sobre los ocres de estos pedregales. Es difícil desengancharse de su elegancia y al viajero le costará separarse de esta visión; pero hemos de seguir adelante en nuestro camino. Atrás hemos dejado al irrelevante alto de Puiburell, de 418 metros de altitud. Decimos irrelevante porque apenas se eleva 60 metros del plano situado en su mayoría por encima de los 350 metros de altitud. Abandonamos las Tres Huegas por la cabañera; pasamos
de nuevo por mases, primero los de Puiburell, luego los del Balsete, junto
a la salada del Camarón ,grande, en forma de punta de flecha. Si
la salada está con agua, es frecuente ver patos, sobre todo azulones
y cercetas, un sin fin de limícolas, entre los que destacan chorlitejos
y avefrías. Esta última salada la bordeamos por su orilla oeste hasta salir a la carretera que conduce a Alborge, salimos justo a la salada del Rebollón. Si el viajero realiza esta ruta en verano y se ha producido una tormenta a finales de agosto, quizá tenga suerte y encuentre algunas saladas con agua. Las posibilidades de ver limícolas de diferentes especies se multiplica, ya que estaríamos en pleno período de paso: desde correlimos, hasta combatientes... pasando por andarrios y zarapitos. Cada una de las saladas tiene su encanto y animamos al observador a que las visite a pie recorriendo su entorno; pero nosotros seguimos hacia la estrella de las saladas, La salina de la Playa. Saldremos a la carretera de Sástago, justo enfrente del Hoyo de Lupón, poco después dejaremos a la izquierda los mases del Pez, junto a la salada del mismo nombre. Al sur se ven algunos pinos que nos anuncian el bosque de las caídas del Ebro. En nuestro tránsito por la carretera vemos clotas, de difícil encharcamiento, que contienen vegetación de juncos y espartos ideales para los alaudidos, incluida la alondra de Dupont muy difícil de observar. Tras pasar por varias clotas llegamos a la salina de La Playa. Es esta la salada más grande, casi 230 hectáreas, y además la única en que se extrajo sal de manera industrial; reúne todas las características de las saladas, por lo que proponemos hacer un alto junto a los edificios y recorrerla a pie. Si
en nuestro primer recorrido no nos decidimos a rodear la salina de la
Playa, tras ver la casa de la sal y las eras de evaporación de
la halita, retornaremos sobre nuestros pasos para una vez en la carretera
de Sástago girar a la derecha para tomar el primer camino al este.
Bordeamos la salada por el norte y si está llena no tardaremos
en ver algunos patos y limícolas. Estamos muy lejos para escudriñar
con nuestros prismáticos. El catalejo puede resultarnos muy útil,
aunque tal vez insuficiente. Un conjunto de mases al otro lado de la val nos permiten avistar a los primillas, si es verano, y a las grallas si todavía es temprano y no han salido de forma gregaria a recoger semillas e insectos. Un poco más adelante, avistamos la salada del Pito, la segunda más grande, y muy desconocida al estar alejada de la carretera. Su cubeta esta profundamente excavada, al contrario que las otras que hemos visto lo que le da un aspecto singular. Se prolonga la laguna con una clota situada al este lo que le da mayor sensación de amplitud. El muro yesoso y la clota ya son término de Bujaraloz. Llegamos a las Sueltas, y muy pronto a la carretera de Caspe, por la que continuaremos hasta encontrar una entrada para seguir por un camino paralelo. El excursionista no debe de ir despistado por esta ruta tan transitada. Atravesamos una val ancha con algún pozo que nos recuerda la necesidad del agua. Una línea de alta tensión con sus imponentes torres nos devuelve al dominio urbano. Pero aún no, un águila real o quizás una culebrera, posadas en estas artificiales atalayas, otean atentas en busca de alguna presa fácil. En nuestro camino descubrimos las recachaderas ( terrera común y marismeña) que se obstinan en ir delante de nosotros como un pequeño correcaminos. Mientras un bando de pardillos vuela compacto sobre los trigales. Subimos al plano y nos dirigimos hacia el Hoyo de Benamud, una clota interesante para las pequeñas aves esteparias. En esta llanada es fácil descubrir una auca (avutarda) que vuela hacia sus pastizales en la inmensidad de los cultivos. Ya avistamos Bujaraloz y allí nos dirigiremos para reposar nuestro sorpresivo viaje. Bujaraloz cuenta con abundantes servicios de alojamiento y comida. Próximamente adjuntaremos más información sobre el centro de interpretación que no se encuentra todavía disponible. Más información sobre rutas y servicios en Bujaraloz y Monegros: Servicios de alojamiento, comida, artesanía, gastronomía: http://comercio.losmonegros.com Guía turística y cultural ( rutas, enclaves...) http://guia.losmonegros.com Más información (portal de Los Monegros): http://www.losmonegros.com
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Fauna y flora de las saladas |